Un multimillonario, ansioso por hacer alarde de su éxito, invita a su ex esposa a su lujosa boda y se sorprende cuando ella llega con un par de gemelos que él nunca supo que existían.

No sabían mucho de él, solo que pertenecía a su pasado. Nunca les había revelado quién era el hombre detrás de los titulares. Había criado sola a sus gemelos, primero compaginando dos trabajos y luego desarrollando su propio pequeño negocio de diseño de interiores. Había noches en las que lloraba sola, deseando que las cosas hubieran sido diferentes, pero nunca se había arrepentido de protegerlos del mundo de las cámaras y del ego de Alexander.

Sin embargo, al contemplar la invitación, algo se despertó en su interior. Recordó al hombre que una vez fue: el que dibujaba ideas de apliques en servilletas, soñando con cambiar el mundo. El que la había acompañado en el miedo al parto, antes de perder a su primer hijo. El aborto los había destrozado más de lo que jamás habían admitido.

Cuando descubrió que estaba embarazada de nuevo, fue justo después de que él firmara un importante contrato y empezara a desaparecer durante días. Intentaba contactarlo, pero cada vez que llamaba, respondía “en una reunión” o “en un avión”. Entonces lo vio en la televisión, besando a otra mujer en un evento de lanzamiento.

Ese fue el punto de quiebre. Nunca le dijo por qué se fue; simplemente hizo las maletas y se fue sin nada.

Ahora, seis años después, él quería que ella presenciara su nueva y brillante vida.

Por un momento, consideró rechazar la invitación. Pero entonces su mirada se posó en sus hijos: dos hermosos seres humanos de ojos oscuros y pómulos altos.

Quizás era hora de que él viera lo que se había estado perdiendo.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras sacaba su teléfono.

“Bueno, niños”, dijo. “Vamos a una boda”.

El lugar de la boda era la personificación del lujo moderno: una réplica de una villa italiana enclavada en las colinas de California, adornada con lámparas de araña de cristal, suelos de mármol y arcos adornados con rosas que enmarcaban el patio principal. Los invitados, vestidos con trajes y vestidos de diseñador, se mezclaban, bebiendo champán y capturando cada momento para Instagram.

Alexandre estaba de pie cerca del altar, radiante con su esmoquin a medida. A su lado, Cassandra irradiaba elegancia con un vestido de Dior a medida, pero su sonrisa parecía un poco apagada, como si no llegara a sus ojos.

Entonces, su mirada se desvió.

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