Un día cualquiera
Aquella tarde, el río fluía lentamente, su superficie brillando bajo el sol abrasador. Aurelio se agachó cerca de la orilla, agarrando una botella de plástico atascada entre los juncos. Tarareaba una suave y familiar canción de cocina que su abuela solía cantar.
De repente, un ruido rompió el silencio: la gente gritaba presa del pánico.
Aurelio alzó la vista y vio una multitud cerca del puente. Alguien señaló hacia el agua. Un hombre de traje oscuro luchaba por mantenerse a flote, vadeando con dificultad. La corriente era débil, pero no sabía nadar. Sus zapatos lustrados brillaron una vez antes de que el agua turbia lo arrastrara.
La gente gritaba, pero no se movía. Algunos sacaron sus teléfonos. Otros simplemente miraban fijamente.
Sin dudarlo, Aurelio soltó su mochila y echó a correr.
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