No corrió hacia los estantes de diamantes ni hacia las vitrinas relucientes. En cambio, se dirigió a un pequeño expositor y cogió un sencillo relicario de plata. Sosteniéndolo cerca, susurró: “Esto es suficiente.”
Dignidad Restaurada
Su elección silenció a la sala. No se trataba del precio, sino de la dignidad.
El padre inclinó la cabeza con voz temblorosa. “Gracias… por acordarse de mí. Por vernos.”
La niña…