Un padre soltero con dificultades entró a una tienda de lujo sosteniendo la mano de su hija. El personal se rió, pero minutos después, el dueño de la tienda lo reconoció y reveló una verdad que nadie esperaba.

No corrió hacia los estantes de diamantes ni hacia las vitrinas relucientes. En cambio, se dirigió a un pequeño expositor y cogió un sencillo relicario de plata. Sosteniéndolo cerca, susurró: “Esto es suficiente.”

Dignidad Restaurada
Su elección silenció a la sala. No se trataba del precio, sino de la dignidad.

El padre inclinó la cabeza con voz temblorosa. “Gracias… por acordarse de mí. Por vernos.”

La niña…

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