Una enfermera le robó un beso a un multimillonario en estado vegetativo, pensando que no despertaría… pero, para su sorpresa, la abrazó.

¿Pierce? ¿Me oyes?, preguntó el Dr. Lawson, el médico remitente, inclinándose sobre la cama e iluminando los ojos de Alexander con una lámpara. Sus pupilas se estrecharon, lentas pero receptivas. La habitación se llenó de un caos controlado: órdenes gritadas, equipo rodando, comprobando signos vitales. Isabelle se quedó paralizada en un rincón, con las manos temblorosas apretadas contra su túnica.

“Está respondiendo. Dios mío, está respondiendo”, susurró el Dr. Lawson, atónito. Durante meses, el equipo había considerado el caso de Pierce estancado. Salir del estado vegetativo era raro, casi imposible después de tanto tiempo. Y, sin embargo, se aferraba a la vida, desafiando todos los pronósticos.

Cuando la agitación se calmó, Isabelle notó la mirada de Alexander. Sus ojos estaban pesados, desenfocados, pero la seguían sin lugar a dudas. Intentó hablar con voz ronca: “Agua”. Isabelle, sobresaltada, se llevó rápidamente una taza y una pajita a los labios. Su mano se contrajo de nuevo, rozando la de él.

Los médicos pronto le pidieron que se apartara. Durante la hora siguiente, le realizaron una serie de pruebas, evaluaron sus reflejos neurológicos y solicitaron escáneres de emergencia. Isabelle esperó en el pasillo, con el corazón latiendo con fuerza. Revivía la escena una y otra vez: su beso, el sobresalto de Alexander, la forma en que la había abrazado como si la reconociera. Quería descartarlo como una coincidencia, pero el recuerdo la quemaba en el pecho.

Más tarde ese mismo día, el Dr. Lawson la ingresó. «Está débil, pero ha recuperado parcialmente la consciencia. Es extraordinario». Necesitará rehabilitación intensiva, pero hay una posibilidad real de recuperación funcional.

Isabelle asintió, manteniendo una expresión profesional, a pesar de que todo en su interior era un caos.

Esa noche, cuando la mayoría del personal ya había abandonado la planta, Isabelle regresó a la habitación de Alexander. Él estaba despierto pero exhausto, con la mirada fija en el techo. Lentamente, sus ojos se deslizaron hacia ella.

“Usted… estuvo aquí”, murmuró con la voz quebrada pero segura.

La respiración de Isabelle se entrecortó. “Sí, Sr. Pierce. He sido su enfermero durante un tiempo”.

Sus labios se curvaron en el atisbo de una sonrisa. “Yo… recuerdo algo. Calidez”.

Se quedó paralizada, con la cara ardiendo. Él no podía recordar eso, ¿verdad? No; los pacientes en estos estados a veces conservan fragmentos de sensibilidad. Sin embargo, sus ojos permanecieron fijos en los de ella de una manera que la inquietó.

Continúa en la página siguiente

Leave a Comment