Una enfermera le robó un beso a un multimillonario en estado vegetativo, pensando que no despertaría… pero, para su sorpresa, la abrazó.

Tragó saliva. “Sí”, susurró. “Fui yo. No debí… No lo pensé. Lo siento.”

En lugar de ira, una leve sonrisa curvó los labios de Alexander. “No te disculpes. Ese beso me trajo de vuelta. No sé por qué, pero creo que me salvó.”

Sintió una opresión en el pecho. “Así no funciona la medicina, Alexander. Despertaste porque tu cuerpo estaba listo, no por mí.”

“Quizás”, murmuró él, con la mirada fija en ella. “Pero de ahora en adelante, pienso vivir como si fueras tú.”

Isabelle se quedó sin palabras. Solo sabía que lo que había comenzado como un error sin sentido la unía a él de una manera que ninguno de los dos podía deshacer.

Más allá de los muros del hospital, el mundo observaba a un multimillonario reanudar su vida. Pero dentro, tras puertas cerradas, una verdad más frágil crecía entre una enfermera y su paciente: una verdad nacida de un beso, un abrazo imposible y la peligrosa promesa de algo más.

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