 
			Una joven de 20 años se enamoró de un hombre mayor de 40, pero cuando se lo presentó a su madre, ella lo abrazó de repente y rompió a llorar… porque resultó que él era…
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Se casaron y yo fui fruto de su amor.
Pero solo unos años después, papá también falleció a causa de una enfermedad.
Resulta que el hermano Nam sobrevivió al accidente, pero perdió la memoria y el destino lo llevó a otro lugar.
Hubo gente que lo ayudó, pero lo único que recuerda es a «una mujer que amaba las margaritas».
Por eso, cuando nos conocimos en el proyecto, dijo que le resultaba familiar.
No podía explicarlo, pero dijo que sentía una conexión.
Y aquí está la cuestión: mi nombre, «Linh», era el segundo nombre de mamá cuando era joven.
Parecía que el destino se burlaba de mí. Me trajo un recuerdo, pero de una forma dolorosa.
Las lágrimas corrían por mis mejillas.
—¿Quieres decir… que era el anterior…?
Mamá asintió, con lágrimas en las mejillas:
—Sí, hija. Pero no te preocupes, no son parientes de sangre.
Simplemente no esperaba que el hombre al que amé entonces fuera el mismo al que ama mi hija ahora.
Todos guardaron silencio.
Sentí un peso en el pecho, como si no supiera adónde ir.
Kuya Nam finalmente habló:
—Linh, perdóname. No sabía que esto era cierto. Nunca quise lastimarte.
Esa noche, me senté en el balcón.
Mamá se acercó y me dio una palmadita en el hombro.
—Hija, el amor no es un pecado. Pero a veces, el destino hace que las cosas no duren, sino que nos enseñen a perdonar y a decir adiós.
Lloré, no de rabia, sino de compasión y comprensión.
Sabía que lo que sentía era verdad, pero no podía seguir así.
Unos meses después, Nam se fue de la ciudad.
Dejó una carta:
«Gracias, Linh, por recordarme lo que se siente al amar de nuevo.
Cuando nos conocimos, recuperé parte del pasado que había perdido.
Y cuando conocí a tu madre, encontré mi propia paz.
Aunque no estábamos destinados a estar juntos, guardaré tu bondad en mi corazón para siempre».
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Mamá guardó la carta en una cajita, junto a la foto de papá.
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