Una madre entró a mi salón llorando. Lo que sucedió después nos cambió a ambas.

La nota decía: «Nunca había visto a mi madre tan radiante y segura de sí misma. Le diste más que un cambio de imagen: le diste felicidad. Por favor, acepta esto como una pequeña muestra de nuestra gratitud».

Junto a las flores había un sobre.

Dentro había un certificado de regalo para un lujoso fin de semana de spa y una emotiva carta de toda la familia.

Explicaban que habían estado pasando por momentos difíciles y que su madre lo había sacrificado todo por la boda.

Hacer que su madre se sintiera hermosa fue un regalo que jamás olvidarían.

En ese momento, me di cuenta de lo poderosos que pueden ser los pequeños actos de bondad.

No solo peiné a alguien, sino que también la ayudé a sentirse valorada y querida.

Ese día me recordó que la amabilidad siempre regresa, a menudo de maneras que menos esperamos, y que el gesto más simple puede convertirse en un recuerdo que dura para siempre.

 

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

Leave a Comment