Era casi medianoche y una suave llovizna golpeaba las ventanas. En la fría sala, la tensión se sentía pesada. Rohan, el yerno, estaba de pie en el centro, con el rostro deformado por la ira. Frente a él, su esposa Priya estaba sentada en el suelo, con los ojos hinchados de tanto llorar.
—¡No he hecho nada malo! ¡Es completamente normal enviarle dinero a mi madre! —La voz de Priya se quebró al hablar.
Rohan espetó:
—¿Normal? ¿Una esposa actuando a espaldas de su marido? ¿Quién mantiene esta casa? ¿Quién toma las decisiones finales aquí? ¡Te has pasado de la raya! ¡Llama a tu padre y dile que venga a “reeducar” a su hija antes de entregarla como esposa!
Sin dudarlo, Rohan sacó su teléfono y marcó al Sr. Sharma.
“Papá, lamento llamar tan tarde, pero ¿podrías venir a buscar a Priya? Creo que es hora de que reeduques a tu hija antes de entregarla como esposa.”
Se hizo un silencio al otro lado por unos segundos. Entonces el Sr. Sharma habló, en voz baja y firme:
“Estaré allí en quince minutos.”
Cumpliendo su palabra, quince minutos después, un coche se detuvo en la puerta. Rohan salió con una sonrisa de suficiencia en los labios. Pensó en el Sr. Sharma entrando furioso y llevándose a Priya a casa para regañarla.
Pero en cuanto abrió la puerta, Rohan se quedó paralizado.
El Sr. Sharma estaba allí, empapado por la lluvia, con una carpeta de plástico en la mano. Su mirada era fría, con una severidad inusual. No había gritos ni caos.
Entró en la casa, miró a Priya acurrucada en el sofá, luego se transformó en Rohan y dejó la carpeta sobre la mesa con calma.
“Estos son los papeles del divorcio. Ya están preparados. Priya aún no los ha firmado, pero yo sí, como su padre.”
El rostro de Rohan palideció al tambalearse hacia atrás:
“Papá… ¿qué es esto?”
“¿Me pediste que viniera a llevarme a mi hija para ‘reeducarla’? No. Eso no va a pasar. Pero quizás alguien debería enseñarte lo que significa ser esposo.”
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