Su madrastra la obligó a comprometerse con un hombre sin hogar, pero el destino tenía otros planes.

—Sí. Una… que te cambia la vida —respondió Clarissa crípticamente.

Al entrar en la Quinta Avenida, Clarissa le indicó al coche que se detuviera. Golpeó la ventanilla y señaló: «Ahí está».

Grace miró hacia afuera.

Un hombre sin hogar estaba desplomado en el pavimento, con el cabello desordenado y la ropa deshilachada.

—Estás bromeando —dijo Grace con voz monótona.

La sonrisa de Clarissa se ensanchó. «Te presento a tu prometido».

Sólo con fines ilustrativos

Grace la miró fijamente, con la incredulidad transformándose en furia. «Esto es más que cruel».

—Oh, dulce Grace —dijo Clarissa con sarcasmo—. La pequeña cláusula de tu padre me dio la oportunidad perfecta. ¿Querías hacerte la noble? Esta es tu oportunidad de salvar a alguien.

Grace apretó los puños. Volvió a mirar al hombre: Ethan. A pesar de su aspecto rudo, había algo solemne, incluso digno, en él. Ella notó que la escuchaba.

Clarissa salió con un sobre. “Ven, querida. Vamos a presentarnos”.

 

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