A los 61 años, me volví a casar con mi primer amor: en nuestra noche de bodas, mientras desnudaba a mi esposa, me sorprendí y me rompió el corazón ver

– “¿Y si nos casáramos, dos almas viejas?” ¿Acaso no aliviaría eso la soledad?

Para mi sorpresa, sus ojos se pusieron rojos. Dudé, intentando explicarle que era una broma, pero sonrió con dulzura y asintió.

Y así, a los 61 años, me volví a casar con mi primer amor.

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El día de nuestra boda, yo llevaba un sherwani burdeos oscuro. Ella llevaba un sencillo sari de seda color crema. Llevaba el pelo recogido con cuidado, adornado con una pequeña horquilla de perla. Amigos y vecinos vinieron a celebrar. Todos decían: “Parecen jóvenes enamorados otra vez”.

Y me sentí realmente joven. Eran más de las 10 de la noche cuando terminé de recoger el banquete. Le serví un vaso de leche caliente y fui a cerrar la puerta con llave y a apagar las luces del porche.

Nuestra noche de bodas, que nunca pensé que sucedería a mi avanzada edad, por fin llegó.

Me quedé paralizada mientras le quitaba lentamente la blusa.

Solo con fines ilustrativos.
Su espalda, hombros y brazos estaban descoloridos y surcados de viejas cicatrices, como un mapa terrible. Permanecí inmóvil, con el corazón encogido.

Rápidamente se envolvió en una manta, con los ojos abiertos de miedo. Temblando, pregunté:

Continúa en la página siguiente.

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