A los 65 años, finalmente se casó con la hija de su viejo amigo, pero en su noche de bodas, cuando ella se quitó suavemente el vestido, la verdad oculta debajo lo dejó conmocionado y cambió sus vidas para siempre.
Pero mientras el silencio de la noche los envolvía, Arthur notó las manos temblorosas de Clara. Ella evitó su mirada, su sonrisa se desvaneció mientras desabrochaba lentamente los botones de su vestido. Al principio, pensó que era solo timidez, el nerviosismo de una novia joven.
Entonces, bajo la tela, vio algo que lo dejó sin aliento.
Una verdad que ella había ocultado. Una marca que contaba una historia que él no podía comprender. Algo no era traición, sino dolor: años de soledad, cicatrices de una lucha que jamás se había atrevido a admitir.
Arthur se giró, con el corazón palpitante. «Clara…», susurró, no con ira, sino con un miedo que ni siquiera podía expresar.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Por fin, el secreto que había guardado durante años estaba a punto de ser revelado. Y lo que él descubriera esa noche pondría a prueba no solo la fuerza de su amor, sino también la profundidad del alma de Arthur.
Secreto Revelado
Clara se dejó caer al borde de la cama y se aferró al vestido contra su pecho. «Arthur», susurró con voz temblorosa, «no quiero que me veas así. Tengo miedo… tengo miedo de que me abandones si sabes la verdad».
Con manos temblorosas, dejó caer la tela de sus hombros. Allí, en su espalda y costados, se extendían cicatrices: tenues, pero inconfundibles. No eran señales de vanidad, ni errores vergonzosos. Eran recuerdos de batallas que había sobrevivido de niña.
A Arthur se le cortó la respiración. —¿Quién… quién te hizo esto?
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