A los 65 años, finalmente se casó con la mujer que había amado en secreto durante años, pero lo que descubrió en su noche de bodas lo cambió todo.

El encuentro inesperado

Una fresca tarde de otoño, Arthur visitó a su viejo amigo, Richard, para tomar el té. Hablaron del pasado, de dolores en las articulaciones y de la soledad que trae la edad. Entonces, una risa llegó desde la habitación contigua: un sonido suave y musical que le dio un vuelco al corazón.

La hija de Richard, Clara, había regresado a casa de la universidad. Entró con una sonrisa que parecía iluminar los rincones apagados de la habitación. Su presencia transmitía juventud, calidez y una honestidad que resultaba refrescante y reconfortante.

 

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