Cuando una madre se dio cuenta de que su hijo había cambiado, encontró fuerza en ella misma

Cuando mi hijo se mudó con su novia el año pasado, creí que marcaba el comienzo de una nueva etapa maravillosa en su vida. Estaban a solo diez minutos de distancia, y capturé momentos de encuentros casuales los fines de semana, cenas íntimas juntos y el mismo vínculo cercano que siempre habíamos compartido. Pero las cosas no sucedieron como las imaginé.

Pasaron semanas sin visitas, llamadas, ni siquiera un mensaje rápido. Esperé que llamaran a la puerta, que mi teléfono sonara con su nombre, pero el silencio solo creció, alargándose durante meses. Cuanto más intentaba comunicarme, más sentía que enviaba mi amor a un vacío, preguntándome si recordaba todo lo que una vez hice por él.

Seguía intentando apoyarlo con pequeños gestos. Le enviaba dinero cada vez que pensaba que podría necesitar ayuda, con la esperanza de que aliviara sus preocupaciones. Pero mis mensajes eran ignorados y mis llamadas no respondían.

Solo con fines ilustrativos.
Cada vez que no respondía, me dolía como una pequeña herida, enseñándome poco a poco que mis esfuerzos y mi afecto no eran correspondidos.
Lo que más me dolía no era la distancia física, sino darme cuenta poco a poco de que la cercanía a la que me aferraba parecía importarme solo a mí.

Entonces, la semana pasada, después de innumerables llamadas perdidas, finalmente respondió. Por un fugaz instante, sentí alivio, pero su tono fue brusco, apresurado, casi despectivo. Me dijo que estaba demasiado ocupado y que no debería llamarlo tan a menudo. Esas palabras me calaron más hondo de lo que preví.

 

 

 

 

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

Leave a Comment