Desde que acepté que mi padrastro viviera conmigo, el dinero del armario ha ido desapareciendo poco a poco. Lo seguí en secreto y me avergoncé al descubrir la verdad.

Pero desde que se mudó, descubrí algo extraño: el dinero en el armario estaba disminuyendo poco a poco. Mi esposo y yo salíamos temprano a trabajar; mi esposo regresaba antes que yo; mi hijo iba a la escuela. Durante el día, solo el tío Dan estaba en casa.

Al principio, pensé que tal vez mi tío llevaba dinero para comprar algo en el mercado, así que lo ignoré. Pero cuando esto ocurrió varias veces, comencé a sospechar.

Un día, salí temprano del trabajo. Sabía que mi tío iba a recoger a mi hijo en un jeep, así que miré a escondidas en el armario; otra vez, faltaba dinero. Decidí poner una pequeña cámara en la habitación, esperando a ver qué pasaba.

Al día siguiente, vi a alguien entrar en la habitación y abrir el cajón con cuidado. Y no era Papá Dan, era mi hijo. Se me encogió el corazón. No me lo esperaba.

Cuando lo confronté y le mostré las pruebas, lloró, susurrando:

“Mamá, solo cogí un poco de dinero para comprarle un regalo de cumpleaños a mi amigo…”

Al oír eso, sentí tristeza y arrepentimiento. Me culpé por no haberle enseñado bien, por haberle permitido llevarse dinero a escondidas. Me sentí aún más avergonzada cuando casi acusé injustamente a Papá Dan, el hombre que una vez se negó a tener un hijo biológico solo para darme todo su amor.

Esa noche, le pedí disculpas a mi tío. Él simplemente me tomó la mano: “Los niños no saben pedir. Puedes enseñarles”. Entonces, ella animó a su sobrino contándole historias de cuando quería comprar un yoyó pero no se atrevía a pedírselo a mamá, y finalmente, recogía botellas vacías para venderlas y ganar dinero, y sonreía con dulzura. Sin una palabra de reproche.

Me senté junto a mi hijo, le enseñé a decir “por favor, gracias, perdóname” y le expliqué las asignaciones y el ahorro. Hicimos una alcancía con tres compartimentos:

Compartir (para los necesitados),
Ahorrar (para regalos en ocasiones especiales),
Gastar (para pequeñas cosas cotidianas).

 

 

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