El multimillonario quedó en shock al reconocer a la camarera como su hija desaparecida hacía 15 años, sacando a la luz el complot de su esposa.

El refinado Restaurante Luna Azul en Bonifacio Global City vibraba suavemente con el delicado sonido de los cubiertos y el murmullo de la alta sociedad manila.
En la mesa central se sentaba el multimillonario Don Enrique Ramírez, con su impecable esposa, Doña Margarita. Durante años, Enrique personificó el poder: venerado en el comercio, temido en las negociaciones y admirado en la política.

Pero esa noche… la imagen se desmoronó.

Una joven camarera se acercó a su mesa con dos platos. No parecía tener más de veinte años. Su atuendo era sencillo, pero se movía con elegancia. Al inclinarse para colocar el plato de Enrique, él levantó la vista… y se quedó paralizado.

Algo en ella… la mirada, el aura…

Había visto esos ojos antes.

Quince años atrás.

En otra ocasión. En otro lugar.

“Señor, ¿se encuentra bien?”, preguntó amablemente la camarera, al notar su repentina quietud.

Enrique parpadeó, con un nudo en la garganta.

—¿Cómo te llamas, niña?

La niña titubeó, sobresaltada.

—Lily, señor.

Margarita entrecerró los ojos.

—Enrique, ¿qué haces? Solo es una camarera.

Pero Enrique no podía apartar la mirada. Tenía el pulso acelerado.

—Lily… ¿tu apellido?

Parecía desconcertada.

—No tengo, señor. Crecí en un hogar de acogida. Dijeron que me dejaron de bebé.

La copa de vino de Enrique se le resbaló de las manos, estrellándose contra las baldosas. Todo el restaurante quedó en silencio.

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