El niño sufría los golpes de su madrastra cada día,hasta que un perro K9 hizo algo que eriza la piel
—Baja esa correa —ordenó Javier—.
—¡No tiene derecho! ¡Ese mocoso…!
—¡Dije que la baje! —la interrumpió con voz autoritaria mientras llamaba refuerzos por radio.
El niño levantó la cabeza, sus ojos hinchados y su espalda cubierta de moretones.
Thor se acercó despacio, sin dejar de observar a la mujer, y lamió la mano del pequeño.
Isaac no se movió. Solo lo miró, confundido.
Nadie lo había tocado con cariño desde que su madre murió.
Y, de pronto, el perro se echó a su lado, protegiéndolo con el cuerpo.
Cuando las patrullas llegaron, Sara fue esposada.
Intentó justificarse con gritos histéricos:
—¡Era por su bien! ¡Tenía que educarlo!
Pero nadie la escuchaba.
Esa noche, mientras los paramédicos revisaban al niño, Javier se arrodilló junto a él.
—Estás a salvo, ¿vale?
Isaac no respondió, solo miró al perro.
—¿Puedo quedarme con él? —preguntó con voz temblorosa.
Javier sonrió, acariciando a Thor.
—Por ahora, digamos que él se quedará contigo.
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬