
El próximo EP
“¿Robar? Anda, chica, ¿quién va a contar unas gotas?” Piensa en mi hijo. Necesita una esposa de verdad, no alguien que se gana la vida en la pobreza y se comporta como un moralista.
Sacó unos billetes arrugados de su bolso. “Toma, ya tienes suficiente. Considéralo mi contribución al bienestar de tu familia.”
El dinero cayó al suelo recién fregado.
La miré primero a ella, luego a los billetes. Estaba esperando. Esperaba que me agachara humillado para recogerlos. Sus ojos brillaban con un triunfo evidente.
“¿Qué pasa? ¿No dices nada? Esto debe ser una fortuna para ti. En tu situación, deberías estar aferrándote a cada moneda.”
Me observó, deteniéndose en mi uniforme azul de trabajo.
“No entiendo qué vio Diego en ti. Vacía. Absolutamente vacía.”
Me enderecé lentamente, mirándola directamente a los ojos. Mi mirada era tranquila, fría, analítica: como la de un entomólogo observando un insecto repulsivo.
—Lo pensaré, Doña María Teresa.
Claramente, esperaba otra reacción: lágrimas, súplicas, un ataque de histeria. Pero no ese tono distante.
—Bueno, piénsalo —dijo con desdén al irse—. Pero no tardes. Oportunidades como esta no se presentan todos los días. Sobre todo para alguien como tú.
Esa noche le conté todo a Diego. Sin emoción, solo hechos: la petición de robar, los billetes en el suelo, los insultos. Frunció el ceño, revolviendo la cena ya fría en su plato.
—Ana, conoces a mi madre. Tiene un carácter complejo. Tuvo una infancia muy dura, se hizo a sí misma. Odia la pobreza, y a veces… se deja llevar cuando la ve en los demás.
—¿Y eso le da derecho a humillar a la gente? Diego, me pidió que robara en mi trabajo.
—No lo decía en serio —se frotó la frente—. Es su extraña forma de ponerte a prueba. Quiere asegurarse de que no eres débil. Y el dinero… quizá solo quería ayudarte, pero no supo hacerlo con delicadeza.
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