Mi esposa es enfermera.
Sus horarios son irregulares y hay semanas en las que solo viene a casa tres noches. Sé que tiene un trabajo duro, así que prefiero comprenderla en lugar de quejarme. Pero en los últimos meses, algo ha cambiado en ella.
Cuando llega a casa, se queda mirando el teléfono inmediatamente. Antes, le encantaba cocinar y esperaba con ilusión nuestras cenas juntos, pero ahora, parece que la calidez de su presencia se ha ido desvaneciendo poco a poco. Me duele un poco, pero pienso que así es el mundo de la medicina, el tiempo para uno mismo escasea.
Pero una noche, durante un fuerte aguacero, sucedió algo inesperado. La vi con calcetines negros, claramente una talla más grande. Cuando le pregunté, sonrió y dijo:
— “Hace frío en el hospital. Compré unos en la tienda de enfrente, no hay de mujer”.
Parece razonable, pero hay algo que me duele, algo que no puedo explicar.
Esa noche, mientras seguía lloviendo, la abracé para entrar en calor. Me apartó la mano con suavidad, diciendo que estaba cansado. Me di la vuelta y poco a poco me quedé dormida, pero la imagen de los calcetines negros y su actitud evasiva seguía repitiéndose en mi mente.
Hasta que, de repente, sonó mi móvil: ¡ting!
Me giré un poco y lo vi levantarse, leyendo el mensaje. En un instante, leí unas pocas palabras:
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬