Instalé una cámara oculta porque mi esposo no había “consumado” nuestro matrimonio después de tres meses. La aterradora verdad que se reveló me paralizó…

Pero luego pasó una semana, un mes, y luego tres meses, y nada había cambiado. Cada noche, esperaba un gesto íntimo de su parte, un abrazo apasionado, un beso profundo. Pero solo recibía palabras amables, caricias en el pelo, y luego se daba la vuelta, excusándose con el trabajo y el cansancio. Seguía siendo considerado, atento, seguía comprándome flores y cocinando, pero no hubo ningún gesto íntimo. La confusión y la duda comenzaron a apoderarse de mi alma.

Cada noche, cuando Ricardo se quedaba profundamente dormido, yo permanecía despierta, mirando su espalda, con el corazón lleno de tristeza y una soledad extrema. Me preguntaba: ¿no era lo suficientemente atractiva? ¿No era lo suficientemente seductora? Me miraba al espejo y veía a una mujer joven y hermosa, pero en el fondo, me sentía inútil. Empecé a dudar de mí misma, de mi valía. Me volví insegura, me sentí inferior y, poco a poco, ya no me atrevía a mirarlo a los ojos.

No solo dudaba de mí misma, sino también de él. ¿Tenía a alguien más? ¿Se habría cansado de mí? Pero entonces, aparté esos pensamientos. Ricardo nunca salía de casa, nunca sostenía su teléfono a escondidas. Siempre estaba a mi lado, siempre dedicando tiempo para mí. Pero si no era por otra persona, ¿por qué me evitaba? La confusión y la duda crecieron, como un demonio que me roía el alma en silencio.

Cada vez que intentaba hablarle con sinceridad, me evadía. «No le des tantas vueltas, tenemos toda una vida juntos». Sus palabras fueron amables, pero no lograron calmar el dolor de mi corazón. Sentía como si viviera en una obra de teatro, una obra cuyo guion desconocía, y no sabía cuándo terminaría. Nuestro matrimonio, a ojos de los demás, era perfecto, pero a mis ojos, era una prisión, una prisión de silencio y engaño.

Una noche, cuando mi desesperación y desorientación llegaron a su punto máximo, tomé una decisión arriesgada. Instalé a escondidas una cámara oculta en el dormitorio, una cámara que había pedido hacía mucho tiempo, pero que nunca me había atrevido a usar. Sentí vergüenza, me sentí una mala persona por tener que hacer algo así. Pero sabía que era la única manera de obtener una respuesta. No quería vivir con la duda ni un minuto más.

 

 

⏬ Continua en la siguiente pagina

Leave a Comment