La golpeó delante de todos en la boda… Pero su respuesta fue tan poderosa que el novio cayó de rodillas.

Katia se quedó de pie, sujetándose la mejilla ardiendo, incapaz de moverse. Tenía los ojos abiertos de par en par; no de dolor, sino de conmoción. De comprensión. De traición. Frente a ella estaba el hombre al que planeaba entregarle toda su vida, y no había ni una pizca de arrepentimiento en su mirada. Solo rabia. Solo odio.

—¡¿Qué demonios haces, cabrón?! —gritó la madre de Katia, corriendo hacia su hija. Libros para padres.

—¡Me estás avergonzando! —gritó Antón, señalándola—. ¡No eres quien creía! ¡Todo esto es un error! ¡Nunca debí haberme casado con ella!

Las palabras cayeron como piedras. Él gritó que ella “no se estaba comportando como debía”, que “todo era una farsa”, que “nunca lo había amado”. Pero ya nadie escuchaba. Los invitados lo miraban horrorizados, como a un extraño, como a un fantasma.

Y entonces Katia hizo algo inesperado…

Se enderezó. Lentamente, como en una película, se quitó el velo y lo dejó con cuidado en el suelo, símbolo de una ilusión que se desvanecía. Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero no había debilidad en ellas. Había liberación. Conciencia. Fuerza.

“Gracias, Antón”, dijo con voz firme como el acero. “Mejor un golpe hoy que toda una vida a tu lado”.

Se giró hacia los invitados y sus palabras quedaron suspendidas en el aire:

“Siento arruinar la fiesta. Pero creo que acabo de salvar mi vida”.

La sala estalló. No con gritos, ni con pánico, sino con aplausos. Largo, fuerte, emotivo. La gente se puso de pie, abrazó a Katia, lloró con ella. No porque la boda hubiera salido bien, sino porque una heroína había nacido en esa habitación. No con armadura, ni con espada, sino con un velo rasgado, un moretón en la mejilla y un corazón que no se rompió.

Se llevaron a Antón. Más tarde, lo esposaron. La madre de Katia presentó una denuncia policial. La boda había terminado. Pero la vida apenas comenzaba. Libros para padres.

Un año después. El mismo restaurante. Pero ya no era una boda, era una celebración de la vida.

 

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