
La mariée qui en savait plus qu’elle ne le devrait
Cuando la tela tocó el suelo y me di la vuelta, vi cómo todo su mundo se derrumbaba ante mí.
Solo con fines ilustrativos.
A lo largo de mi torso se extendía un tatuaje temporal pero increíblemente realista: el rostro de Sarah, su exnovia, con las palabras que le había dicho la noche anterior a nuestra boda:
“Una última muestra de libertad antes de quedarme atrapado en el mismo cuerpo para siempre”.
Greg se arrodilló. “No… esto no va a pasar…”
“¿Cómo lo supiste?”, balbuceó.
“Sarah estaba deseando restregarme tu traición en la cara”, respondí con frialdad. “Así que me aseguré de que nunca lo olvidaras”.
Se oyeron pasos afuera. Marianne y James, sus padres, irrumpieron en la habitación.
“¿Qué pasa?”, preguntó Marianne, observando la escena.
Pálido. Su mirada se posó en el tatuaje. James, siempre callado, no necesitó decir una palabra. Su mandíbula y puños apretados lo decían todo.
“Es simple”, dije con calma. “Greg me engañó. Con su ex. La noche antes de nuestra boda”.
Marianne se sentó en el borde de la cama, atónita. James se quedó paralizado. Greg permaneció en el suelo, llorando.
“Gregory”, gruñó James. “¿Es cierto?”
No respondió.
“Se acostó con ella”, confirmé. Y le dijo que necesitaba una última probada de libertad.
Solo con fines ilustrativos.
Marianne soltó un sollozo ahogado. Los ojos de James ardían de ira.
Greg intentó defenderse. “Fue un error… No quise…”.
“No fue un error”, espeté. “Fue una decisión. Me traicionaste. Y ahora afrontas las consecuencias”.
Suplicó perdón. “Por favor, Lilith… Te amo…”.
Me reí.
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