“Mamá, vi a papá poner algo en tu té…” – la confesión de una niña de cuatro años que lo cambió todo
—Dijo que le puso una medicina para que te sintieras mejor. Y me pidió que no te lo dijera. Prometió que si guardaba el secreto, me compraría un helado… —continuó Luca, señalando la taza con un dedo.
La sangre se me heló en las venas. Me quedé sentada, tratando de comprender lo que acababa de escuchar. Lentamente, aparté la taza de mí.
—Luca… ¿estás segura de lo que dijiste? —pregunté casi suplicando.
—Sí… lo vi poner algo antes de que llegaras.
En ese momento, todo mi mundo se tambaleó. ¿Por qué mi esposo haría algo así? Todo parecía ir bien… o al menos eso creía yo.
Parte 2
Ese día no bebí el té. Pero no revelé que tomaba en serio las palabras de Luca. Hice como si todo fuera normal, mientras mi mente se llenaba de pensamientos angustiosos.
¿Quizás era solo una vitamina? ¿O realmente un medicamento? ¿Pero por qué esconderlo?
Esa noche, Péter volvió a casa como si nada hubiera pasado.
—¿Cómo te fue hoy? —preguntó alegremente, quitándose los zapatos.
—Bien —respondí brevemente, intentando no mostrar la tormenta que llevaba dentro.
A la mañana siguiente observé con atención. Fingía lavar los platos, pero mis ojos no perdían de vista la taza. Y entonces lo vi: Péter, pensando que no miraba, vertió algo en mi té desde una bolsita pequeña.
Apreté los dientes, sin decir una palabra. Cuando salió, Luca me miró de nuevo.
—Mamá, lo volvió a hacer…
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