“Me casaré con la próxima mujer que pase por esa puerta”, declaró el director ejecutivo con seguridad, pero en el momento en que la abrió, se quedó sin aliento.

“¿Cómo exactamente?”, preguntó Travis.

“Me casaré con la primera chica que entre por esa puerta”, declaró, señalando la entrada acristalada de la sala de conferencias.

Un murmullo de incredulidad recorrió la sala. “¿Hablas en serio?”, preguntó Lauren, su gerente de marketing.

“Hablo en serio”, dijo Ethan. “Pasa, hablamos, te propongo matrimonio. Así de simple. El amor es un negocio. Nada más. Firmaré los papeles, me pondré el anillo, sonreiré a las cámaras. A ver cuánto dura”.

Todos lo miraron con una mezcla de incredulidad e incomodidad en sus rostros. Pero Ethan no se inmutó. Lo decía en serio, o al menos eso creía.

Fuera de la sala, se oyeron pasos por el pasillo.

Alguien se acercaba.

El equipo giró en sus asientos, esperando a ver a quién elegía el destino —o la locura—.

Entonces se abrió la puerta.

Y Ethan se quedó paralizado.

No era lo que esperaba.

De hecho, no pertenecía allí en absoluto.

No llevaba marcas de diseñador ni un blazer rígido. Llevaba vaqueros, una camiseta gris con el logo descolorido de una librería y cargaba un fajo de correo mal archivado.

Llevaba el pelo recogido en una coleta suelta, despeinado por el calor del verano, y tenía los ojos muy abiertos al detenerse, confundida por la repentina atención centrada solo en ella.

“Creo que este es el piso equivocado”, dijo, recogiendo el correo. “Soy de…”

“¿Quién eres?”, interrumpió Ethan, levantándose de la silla.

Parpadeó. “Soy… Olivia. Olivia Lane. Trabajo en la cafetería del quinto piso”.

Una carcajada recorrió la sala, pero Ethan no rió. Ni siquiera parpadeó.

Su corazón, que rara vez hacía otra cosa que no fuera apresurarse a ser eficiente, dio un vuelco.

Porque había algo en ella. Algo completamente fuera de lugar en su mundo de objetivos trimestrales y proyecciones anuales.

Debería haberse reído, haber dicho que todo era una broma, pero las palabras que acababa de pronunciar —”Me casaré con la primera chica que pase por esa puerta”— resonaron en él como un desafío del universo mismo.

Y por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir.

Olivia, cada vez más confundida, arqueó una ceja. “¿Es esto… algún tipo de reunión?”

“Sí”, dijo Ethan, recuperándose. “Sí, lo es. Y tú acabas de formar parte de ella”.

De vuelta en su oficina, Ethan repasó la escena mentalmente. No podía dejar de pensar en ella: en cómo ladeaba la cabeza con curiosidad, en su honestidad, en su total indiferencia hacia él.

“No puedo creer que estés haciendo esto”, dijo Travis, siguiéndolo adentro.

“Dije que lo haría”, respondió Ethan.

“Es barista, Ethan”.

Es mujer. Eso era todo lo que importaba, ¿recuerdas? Pero te quedaste paralizado. Dudaste.

 

 

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