Los siguientes cuatro años se convirtieron en un ejercicio de resistencia. Me entregué por completo a mi trabajo como enfermera en el Hospital St. Mary, trabajando doble turno para llenar el silencio. Mis amigos intentaron emparejarme, pero no me atreví a arriesgarme a otro desamor. Entonces, en medio de todo ese vacío, llegó un regalo inesperado: un hijo. Un niño llamado Jacob.
Solo unos pocos amigos cercanos sabían de él. Mantuve a Jacob oculto del mundo, cuidándolo como algo sagrado. Criarlo sola me dio un propósito que no había sentido en años, una especie de redención por todo lo que me habían arrebatado.
Entonces, una fresca tarde de otoño, la vida volvió a dar un giro de la forma más cruel. Había llevado a Jacob al mercado agrícola del centro. Regresábamos a casa con una bolsa de manzanas cuando alguien me llamó.
“¿Claire?”
Me giré y me quedé paralizada. Mark estaba allí de pie, sosteniendo la mano de Emily como si estuvieran pegadas, pero su mirada no estaba fija en ella. Estaba fija en Jacob, que se asomaba por detrás de mí, agarrando su camión de juguete.
Nunca olvidaré la expresión de Mark: cómo palideció, cómo se le tensó la mandíbula y cómo flaqueó el agarre de la mano de Emily. No me miraba como si viera a su exesposa. Miraba a Jacob como si viera un fantasma.
En ese momento supe que el pasado no había terminado conmigo.
Nos siguió, llamándome por mi nombre con voz temblorosa. La mirada de Emily nos miraba fijamente, con la sospecha a flor de piel. Intenté seguir caminando, sin querer que Jacob notara la tensión, pero Mark aceleró el paso y se puso delante de nosotros.
“Claire”, tartamudeó, “¿quién… quién es ese?”.
Lo miré a los ojos. “Es mi hijo”.
Emily soltó una breve risa incrédula, pero Mark no. Sus ojos permanecieron fijos en Jacob, recorriendo cada rasgo familiar. Su cabello rubio rojizo. Los hoyuelos que solo aparecían cuando sonreía, igual que los de Mark.
“Claire”, susurró, apenas respirando, “¿es… mío?”
El aire pareció enrarecerse. Emily se giró hacia él, con el rostro pálido. “¿Qué quieres decir con “tuyo”?”
Podría haber mentido. Podría haberme ido y dejarlo atormentado. Pero después de cuatro años criando sola a Jacob, ya no quería esconderme. Levanté la barbilla. “Sí. Es tuyo”.
El jadeo agudo de Emily atravesó el ruido del mercado. La gente a nuestro alrededor aminoró la marcha para observar, pero yo solo miré a Mark. Le temblaban las manos, su rostro se contraía de incredulidad.
“Me dejaste”, dije en voz baja pero con firmeza. “Lo descubrí después de que te fueras. No te lo dije porque ya habías tomado tu decisión. ¿Por qué traería un bebé a este caos?”
Las lágrimas llenaron los ojos de Emily. Apartó la mano de la suya de golpe. “¿Lo sabías? ¿Tuviste un bebé con ella y nunca me lo dijiste?” Su voz se quebró, tan fuerte que atrajo miradas.
Mark se acercó a Jacob, pero yo retrocedí. “No”, dije bruscamente. “Ahora no puedes ser papá. No te conoce. No te necesita”.
Jacob tiró de mi abrigo, confundido. “¿Mami?”
Continua en la siguiente pagina