Cuando entró, la habitación cambió.
“Madison”, susurró. “Te ves… hermosa”.
Se sentó. “No volví para impresionarte”.
“Necesito saber: ¿qué pasó? ¿El bebé?”
“Dos niños. Caleb y Micah. Están muy bien”.
“¿Por qué ahora?”
“Para que mis hijos vean la cara del hombre que los abandonó antes de nacer. Y así entiendas lo que se siente… ser abandonada”.
Después de eso, empezaron a pasar cosas extrañas.
Una importante marca de bienestar canceló una colaboración con la empresa de Ethan y firmó con el spa de Madison. Se filtraron memorandos internos sensibles en línea. Apareció un error de licencia en uno de los productos patrocinados por Ethan, lo que causó revuelo en los foros de bienestar.
¿La denunciante? Madison. Sus canciones eran perfectas.
Mientras tanto, se había convertido en un ícono local del éxito: hablando en eventos para madres solteras, atrayendo la atención de los medios y construyendo un nuevo imperio.
Natalie tomó nota.
Descubrió que Caleb y Micah estaban en la misma clase que su hijo. Y, curiosamente… se parecían a Ethan.
Todo llegó a un punto crítico.
En una gala benéfica, Natalie confrontó públicamente a Ethan. La semana siguiente, su padre lo despidió. Los patrocinadores lo abandonaron. Sus amigos se distanciaron.
Una tarde lluviosa, Ethan volvió a escribirle a Madison.
Se encontraron de nuevo.
“¿Fue esto… venganza?”, preguntó.
Madison negó con la cabeza.
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