Toda la familia del novio se fue en medio de la boda al descubrir quee los padres de la novia “trabajaban recogiendo basura”. Justo en ese momento, llegó un camión de basura, del cual bajó el padre de la novia… y todos quedaron en silencio al ver lo que él traía en las manos.
El Silencio y la Vergüenza
El silencio fue brutal.
Doña Rosa, la madre de María, se levantó llorando.
“Sí, mi esposo recoge basura… ¡pero con ese trabajo nos dio de comer, pagó los estudios de nuestra hija y nunca le pidió nada a nadie!”
Algunas vecinas asintieron en silencio, con lágrimas contenidas.
Pero Doña Beatriz dio media vuelta, mirando a su esposo:
“¡Esteban, nos vamos! ¡Esta boda se acabó!”
Algunos parientes del novio empezaron a levantarse, entre murmullos incómodos. Diego se quedó paralizado. Entre el amor y la familia, su corazón temblaba.
La Llegada del Camión
De pronto, se escuchó el sonido de un motor acercándose.
Un camión de basura se detuvo frente a la casa. Todos se giraron sorprendidos.
Del vehículo bajó Don Manuel López, el padre de la novia, con el rostro tranquilo y una pequeña caja de madera en sus manos. Su camisa estaba limpia, pero sus ojos mostraban años de sacrificio.
Caminó lentamente hasta el centro del patio.
“Doña Beatriz,” —dijo con calma— “es cierto. Yo recojo basura. Pero, ¿sabe usted por qué lo hago?”
Ella bufó con desprecio.
“Por dinero, ¿no? ¿Qué otra razón podría haber?”
Don Manuel negó suavemente.
“No solo por dinero. Hágame el favor de mirar esto.”
Puso la caja sobre la mesa. Diego, dudando, la abrió. Dentro había documentos viejos, un par de fotografías en blanco y negro, y una medalla dorada.
La Verdad Olvidada
Don Manuel habló, su voz temblorosa pero firme:
“Hace más de treinta años yo era ingeniero en una planta química en Puebla. Un día, hubo una explosión. Diez personas quedaron atrapadas entre el fuego. Yo volví al edificio en llamas y logré sacar a todos. Pero sufrí quemaduras graves… y perdí mi trabajo.”
Sostuvo la medalla con orgullo.
“Esta medalla me la dio el gobierno por salvar vidas. Y uno de los hombres que saqué de aquel incendio… se llamaba Esteban Fernández.”
El padre del novio, Don Esteban, dio un paso al frente, atónito.
“¿Usted… fue mi rescatador?”
Don Manuel asintió.
“Sí. No esperaba volver a verlo, mucho menos así.”
Don Esteban se llevó la mano al pecho, con los ojos llenos de lágrimas.
“Usted me salvó la vida… y yo permití que mi esposa humillara a su familia.”
El Tesoro Oculto
Pero Don Manuel no había terminado. Sacó de la caja un documento doblado y amarillento.
“Y esto,” —dijo— “es el título de propiedad de un terreno que compré con los ahorros de mi trabajo. Está en el centro de Puebla. Hoy vale millones de pesos. Lo guardé para María. Pero nunca hablé de eso, porque quería que mi hija eligiera a su esposo por amor, no por dinero.”
Hubo un murmullo de asombro.
María miró a su padre, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
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