Tras esta escena aparentemente banal se escondía una herida familiar. Habían pasado cinco años sin que Julia supiera nada de su hijo, Eliot. Un malentendido, palabras malinterpretadas… y la conversación se rompió. Sin embargo, ese día tan especial, se atrevió a enviarle una foto de su pastel a su viejo amigo, acompañada de un lacónico “Feliz Cumpleaños”.
El silencio fue su única respuesta.
Pero algunas ausencias son más reveladoras de lo que parecen. Porque este mensaje, por breve que fuera, acabaría abriendo una puerta.
Un encuentro que lo cambió todo
Al atardecer, llamaron discretamente a su puerta. En el umbral había una joven con una sonrisa tímida. “Me llamo Nora, soy la hija de Eliot”.
El corazón de Julia dio un vuelco. Nora había encontrado su información de contacto en el teléfono de su padre. Había visto la foto que le había enviado. Sintió que podía reconectar el hilo.
Y sobre todo, pensó en los detalles: en sus manos, un sándwich de pavo y mostaza tradicional, el placer oculto de Julia. Ese pequeño detalle que dice “Me interesas”.
Palabras para sanar heridas
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