La verdad tras la caída
Semanas después, Vargas relató su historia en una entrevista televisada. Confesó que caminaba solo por el puente, sumido en pensamientos de pérdida y traición. Su negocio estaba al borde de la quiebra. Sus amigos le habían dado la espalda. Había perdido toda noción de su éxito.
“No estaba prestando atención”, dijo en voz baja. “Estaba a punto de rendirme. Y entonces este chico, este valiente chico, saltó al agua sin dudarlo”.
Hizo una pausa, con la mirada perdida. “Tal vez no fue un accidente. Tal vez Dios lo envió”.
Un nuevo comienzo
La vida de Aurelio cambió rápidamente. La Fundación Vargas le proporcionó un pequeño apartamento y lo matriculó en la escuela por primera vez en años. Al principio, se sintió extraño —sentarse en clase en lugar de recoger botellas—, pero pronto se adaptó.
Los profesores lo describieron como curioso, educado y con mucho potencial. “Tiene madera de líder”, dijo uno de ellos.
Siempre que le preguntaban cómo había ido el rescate, Aurelio sonreía y respondía: «Cualquiera habría hecho lo mismo».
Pero todos sabían que no todos actuarían igual.
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