Una empleada doméstica de un motel se da cuenta de que todas las noches una niña entra en la habitación de su padrastro: lo que ve a través de la ventana la impacta.

Angela Martínez había trabajado durante casi diez años en el Sun Valley Motel de Phoenix, Arizona.

Había visto de todo: camioneros que apenas dormían, vendedores que se quedaban semanas enteras y parejas que discutían tan fuerte que las paredes temblaban.

Nada lograba sorprenderla ya.

Así había sido… hasta que notó a aquella niña.

Todo comenzó un martes por la tarde.

Alrededor de las ocho de la noche se registró un hombre de unos treinta años.

Alto, bien afeitado, educado.

 

 

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