Una empleada doméstica de un motel se da cuenta de que todas las noches una niña entra en la habitación de su padrastro: lo que ve a través de la ventana la impacta.

Vestía pantalones caqui y una camiseta tipo polo; para Angela parecía el típico padre de los suburbios.

Con él iba una niña que no debía tener más de once años.

Cabellos rubios, mochila rosa, silenciosa.

Ni siquiera dijo una palabra en la recepción.

El hombre firmó con el nombre de “Daniel Harper” y pidió la habitación 112.

Solicitó que las cortinas permanecieran cerradas y que Angela no entrara a limpiar.

No era algo inusual: muchos huéspedes pedían privacidad. Pero había algo en su tono, agudo, casi calculado.

Angela no le dio mayor importancia, hasta la noche siguiente, cuando vio regresar al mismo hombre con la misma niña.

Misma hora.

 

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

Leave a Comment