La Visita
Al llegar, se detuvo ante las altas puertas de hierro y tocó el timbre. “Ting-ting”.
Al cabo de un momento, la puerta se abrió, revelando a la esposa de Ramón: una joven de mirada penetrante y aire de impaciencia.
“¿Qué necesitas, Nanay?”, preguntó secamente, mirando la ropa desgastada de la anciana.
Dolores forzó una sonrisa amable. “Vine de visita… y necesito hablar con Ramón, querido”.
La esposa no dijo nada y desapareció. Momentos después, apareció Ramón, todavía con el teléfono en la mano, vestido pulcramente como si fuera a una reunión.
“Mamá, ¿qué te trae por aquí? Estoy muy ocupado ahora mismo”.
Dolores sacó nerviosamente su informe médico, con la voz temblorosa.
“Hijo, el médico dice que necesito una cirugía pronto. ¿Podrías prestarme algo de dinero? Cuando tu hermano venda el arroz, te lo devolveré”.
Ramón frunció el ceño. Suspiró, mirando a su esposa.
“Mamá, ahora mismo el negocio está un poco apretado. No tengo dinero. Vete a casa por ahora, ya pensaré en algo.”
Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero intentó mantener la calma.
“Solo necesito un poco, lo suficiente para el hospital. Por favor, hijo.”
Tras una pausa, Ramón apartó la mirada y dijo en voz baja:
“Está bien, mamá. Toma, toma este paquete de fideos por ahora. Te enviaré algo de dinero en unos días.”
Abrió el maletero del coche, sacó un paquete de fideos instantáneos y se lo puso en las manos antes de acompañarla con cuidado a la salida.
“Vete a casa rápido, mamá. Está a punto de llover.”
Dolores bajó la cabeza, apretando el paquete contra el pecho mientras la pesada puerta se cerraba tras ella. La lluvia empezó a caer, mezclándose con las lágrimas que intentaba ocultar.
El secreto interior
Durante el largo camino a casa, Dolores no maldijo a su hijo. En cambio, se dijo a sí misma que debía estar pasando apuros. “Está ocupado… al menos me dio algo de comer”, murmuró, convencida de que era su forma de preocuparse.
Al llegar a su pequeña casa de madera, colocó los fideos en la mesa. Hambrienta y agotada, decidió cocinarlos. Pero al abrir el paquete, se quedó paralizada; le temblaban las manos. Dentro, debajo de los fideos, había un sobre blanco sellado.
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